CASTILLO INTERIOR O LAS MORADAS 9



Con esta charla concluimos el comentario al Castillo interior o Las Moradas de santa Teresa. Es breve porque breves son las séptimas moradas, pero no por ello menos interesantes.

Hortensia: Ya hemos llegado a las últimas moradas, que están divididas en cuatro capítulos. El primero “Trata de mercedes grandes que hace Dios a las almas que han llegado a entrar a las séptimas moradas. Como, a su parecer, hay diferencia del alma al espíritu, aunque es todo uno”. Ya hemos visto en otra ocasión la diferencia entre alma y espíritu.

En este primer capítulo habla de la grandeza de Dios que no tiene término, pues Dios es infinito: “Pareceros ha, hermanas, que está dicho tanto en este camino espiritual que no es posible quedar nada por decir”[1]. Pues no, no está todo dicho porque la grandeza de Dios no tiene término, y tampoco lo tienen sus obras. Eso es como cuando uno estudia cualquier cosa, música, matemáticas, filosofía, lo que sea, a medida que uno va avanzando va descubriendo que es mucho más lo que le falta por saber. Más o menos es lo que dice santa Teresa, parece que ya está todo dicho, pero no, porque Dios es infinito, no se le puede abarcar. Si no tiene fin, tampoco lo tienen sus obras.

En estas séptimas moradas, Dios adentra al alma en su morada, la describe desde el principio de este libro, última y principal, el centro, donde está el rey: “Es una estancia adonde solo su Majestad mora, y digamos: otro cielo”[2]. El alma tiene una luz interior, conoce que tiene un mundo interior que es muy grande y eso es lo que tiene que considerar el alma, cómo tiene todo un mundo interior. Aquí las visiones son de otra manera, se le representa como una verdad, “se le muestra la Santísima Trinidad, todas Tres Personas, con una inflamación que primero viene a su espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y estas Personas distintas, y por una noticia admirable que se da al alma, entiende con grandísima verdad ser todas Tres Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios”[3]. Es ya la unión con Dios total. En esta morada siente en sí esta divina compañía, ya está unida a Dios, ya siente esto y ya le puede venir el mundo entero a decirle lo contrario que ella sabe que es así.   

En el último párrafo es donde diferencia entre alma y el espíritu: “se entiende hay diferencia en alguna manera, y muy conocida, del alma al espíritu, aunque más sea todo uno. Conócese una división tan delicada que algunas veces parece obra de diferente manera lo uno de lo otro, como el sabor que les quiere dar el Señor. También me parece que el alma es diferente cosa de las potencias, y que no es toda una cosa”[4]. De esto hablamos en otra charla[5] y comenté lo que le oí decir a un sacerdote sobre el tema, que el espíritu es la parte del alma que está relacionada con hacer actos espirituales y el alma es lo que está informando el cuerpo y dándole vida. Viene a ser más o menos esto, pero como santa Teresa lo dice en castellano antiguo pues no se entiende tan bien.

También indica que el alma por más trabajos que padezca, por más negocios que tenga—los asuntos del mundo, las cosas en que uno está metido—, lo esencial del alma siempre está en este aposento, en el centro que es Dios. Ya le pueden pasar cosas, que de ahí no se mueve. Es interesante el capítulo que sigue, donde explica la diferencia de estas visiones, lo de la vela, ¿te acuerdas?

José Mª: ¿Lo de la vela? Sí, sí.

H: Las visiones, los arrobamientos que ha tenido antes, todos los gustos y regalos, se unía Dios al alma, pero cuando Dios quería se separaba. Como dos velas que se unen, se junta la luz y es la misma luz. Pero se pueden separar, al separar las velas también se separan las luces.

Aquí ya no, aquí es como un río que se mete en el mar y ahora averigua qué agua es del río y qué agua es del mar. No se puede, pues igual en este estado el alma está unida con Dios y ya es una cosa Él.  No se pueden separar, como no se puede separar el agua del río que ha entrado en el mar del agua del mar. Esa es la diferencia y en las séptimas moradas ya se alcanza eso.

JM: Pero ¿se sale de ese estado o es continuo? Está siempre inmerso en ese estado.

H: Aquí en las séptimas morada sí, aunque más adelante dice que a veces Dios deja al alma en su natural,  pero que esto dura poco.

JM: Entonces ¿santa Teresa hallaba siempre en ese estado?

H: Bueno, se presume que sí. No se puede saber a ciencia cierta, pero por lo que ella cuenta…

JM: ¿Y siempre estaba en esa comunión con Dios?

H: Sí, una parte del alma está siempre con Dios. El alma está tan unida a Dios que no se puede dividir de ella y además está siempre con mucha paz. No así las potencias y sentidos, el alma queda muy unida a Dios, pero las potencias y sentidos pueden estar todavía por ahí dando vueltas, el alma puede tener sus distracciones, pero siempre tiene una parte que está unida a Dios. Como cuando el Señor se apareció a los apóstoles sin entrar por la puerta y les dijo: “Paz a vosotros”[6]. Pues igual, Dios está en el alma y pueden estar los sentidos por ahí dando vueltas, pero Dios ha entrado y no necesita puerta para entrar, parece que hasta ahora lo ha hecho por medio de las potencias y sentidos, pero ahora no. Y le da la paz. “Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante y el grandísimo deleite que siente el alma que no sé a qué lo comparar, sino que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual”[7]. Y aquí el espíritu de esta alma está hecha una cosa con Dios, que Dios también es espíritu, por eso dice que la parte del alma que es espiritual es la que se une a Dios, los sentidos y las potencias no están unidas a Dios, están por ahí dando vueltas y pueden dar guerra. Dios ha querido juntarse con su criatura de tal manera que ya no quiere apartarse de ella y quiere mostrarnos el amor que nos tiene en dar a entender a algunas personas estas maravillas.

Más adelante dice que las palabras del Señor son hechas como obras, es decir, el Señor dijo a los apóstoles la paz sea con vosotros, su palabra es obra y al instante les inunda la paz. No como nosotros que hablamos y es un deseo, Dios dice la paz y te da la paz, no tengáis miedo y se te quita el miedo.

Vuelve a decir: “No se entienda que las potencias y sentidos y pasiones están siempre en esta paz; el alma, sí”[8]. Hay momentos de trabajos y fatigas, pero son de manera que no quitan la paz al alma.

Comienza el capítulo tercero diciendo que aquella mariposica ya murió, está hecha una sola cosa con Cristo, como dice san Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”[9]. Ya aquí el alma está unida a Dios. Y cuenta los efectos de esta unión, que vienen a ser más o menos los mismos de siempre, pero entiendo que en un grado más elevado. El primero un olvido de sí muy grande, el segundo un deseo grande de padecer por Cristo, por Dios. Otro, estas almas tienen un gran gozo interior cuando son perseguidas, tienen un gran deseo de servirle, ahora ya no tienen tanto deseo de morirse, sino de vivir para servir a Dios por muchos años, aunque de vez en cuando sí tienen ese deseo de morir, pero en seguida quieren estar en este mundo para trabajar todo lo que puedan por su gloria, por su honra. No tienen ningún temor a la muerte porque ya se ven seguras, salvadas. No desean regalos, sino lo que desean es al mismo Dios, teniendo a Dios consigo ya para qué quieren los regalos, si ya tienen al mismísimo Dios. Otro efecto es un desasimiento grande de todo y un deseo de estar siempre o a solas u ocupadas en cosa que sea provecho de algún alma. Ya no quieren otra compañía más que a Dios.

En este estado ya no tienen sequedades ni trabajos interiores, que están casi siempre en una gran quietud y lo que te comenté el otro día, los arrobamientos se le quitan. San Juan de la Cruz, creo que, en el Cántico Espiritual, dice que esto es porque el arrobamiento se da por una imperfección del cuerpo. Ya el alma está en la última morada y está tan unida a Dios que ya ni se arroba ni nada. De hecho, dice san Juan de la Cruz que hay almas que llegan a esta unión con Dios sin pasar por arrobamientos, pero la mayoría pasan primero por estos arrobamientos, estos éxtasis, y luego llegan a esta unión con Dios.

Seguimos con santa Teresa: estas almas son muy cuidadosas para no dejar cosa que se les pueda ofrecer para más agradar a Dios por culpa suya. Siempre está con eso, que, aunque estén muy elevadas y reciban muchas gracias que siempre anden con cuidado de no ofender, que pueden pecar, incluso pecados mortales. Choca un poco, pero cuando ella lo dice… Porque además santa Teresa dice que cometió pecados mortales y luego se ha demostrado que nunca cometió ningún pecado mortal. Lo veo exagerado, a mí me choca un poco. Estas almas que están tan elevadas y que puedan caer en pecado mortal, parece que Dios las tiene tan unidas, tan de su mano, pero bueno.

Pasamos al cuarto capítulo. Estos efectos no están siempre en un ser, porque no es propio de este mundo estar en un ser, como hemos hablado otras veces. Santa Teresa dice que, si ve a una monja siempre en quietud, ella misma la tentaría. No es normal estar en este mundo en un ser, lo que pasa es que cuando a veces Dios las deja en su natural y no están en esta situación tan extraordinaria, dura poco, un día como mucho. No está siempre en un ser, porque no es propio de la naturaleza humana, pero en estas moradas dura poco, enseguida vuelven al estado de unión con Dios.

El Señor les da gran entereza para no torcer en nada su servicio y buenas determinaciones.

Y ahora en este capítulo fundamentalmente de lo que habla es de que el fin de estas mercedes es fortalecer a estas almas para que puedan padecer mucho, pone como ejemplo a la Virgen, a los apóstoles, a san Pablo, todos estos santos que han tenido tantos sufrimientos, Dios como que los emborracha. Estas mercedes son para emborracharlos para que tengan capacidad para sufrir grandes trabajos, si no, no podrían.

“Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras”[10]. Lo importante siempre es que haya obras, la mejor oración es la que deja mejores dejos, resultados, efectos. Si eres humilde, si trabajas por Cristo, entonces es que es buena tu oración, el que recibe estas gracias es para padecer más por Cristo, por eso dice obras, obras, obras.

JM: Por los frutos los conoceréis[11].

H: Exactamente. Hay una frase muy buena: “¿Sabéis qué es ser espirituales de veras?: hacerse esclavos de Dios”[12]. Eso es ser espiritual y lo demás son tonterías. Más adelante viene una frase muy de ella, muy famosa: “Marta y María han de andar juntas”[13]. Marta representa a la vida activa y María a la contemplativa, ¿conoces ese pasaje del evangelio?

JM: Sí.

H: Entonces dice que la verdadera persona que hace oración, la verdadera persona contemplativa es cuando andan Marta y María juntas, no las que están siempre deseando estar con gustos, sino que están trabajando por Dios, haciendo obras de caridad, son personas que sufren persecuciones, que sufren enfermedades y contratiempos con mucha valentía, con paciencia, etc. Siempre Marta y María juntas.

Y una cosa muy buena que tiene: “El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen”[14]. Porque al final la grandeza de la obra es Él el que la va a dar, es Él el que permite esto o aquello, lo que Él quiere es probarnos para ver con cuanto amor hacemos las cosas. Su Majestad juntará tu sacrificio con el que hizo en la Cruz por nosotros al Padre, para que tenga el valor que nuestra voluntad hubiere merecido, aunque sean pequeñas las obras. Lo que importa es la voluntad y el amor.

Esto son las séptimas moradas. Este último capítulo termina con una exclamación, pide oraciones para ella, esto es muy típico de santa Teresa. Por último, una conclusión: vuelve a decir que en estas moradas imaginemos que hay muchas; que si hay algo bueno en este escrito viene del Señor, y lo malo viene de ella; pide oraciones por ella y por la Iglesia.

Y nada más, estas moradas son cortitas. Si tienes alguna pregunta.

JM: Me recuerda muchas cosas a los escritos de otros santos y otros autores que he leído, y le veo muchas conexiones a muchas cosas.

Pues nada ya hemos acabado. ¿Te ha valido a ti este trabajo que has hecho?

H: Sí, claro. A mí me ha ayudado, he recordado cosas y he aprendido otras.

JM: Lo de la visión intelectual lo entiendo como una cosa que es una vivencia que no se puede explicar, la visión intelectual, se tienen que conceptualizar las cosas para poder explicarlo al que no está metido en ese estado de conciencia.

H: Al ser cosas espirituales por mucho que uno lo explique como tú no lo hayas pasado…

JM: Eso, realmente es muy difícil de explicar esas cosas, pero el trabajarte mucho, por ejemplo, poner la conciencia nada más en santa Teresa te sube para arriba, aunque tú no entiendas. Si te pones a ver una película que están cortando cabezas, matando… pues te tiran para abajo. Es así de sencillo, te acuestas y has estado leyendo un libro interesante sobre cosas espirituales que sean elevadas, sueñas por la noche con cosas buenas. Al despertar te dices: “¡Uy, qué sueños más bonitos he tenido!

H: Claro, es que todo queda en el subconsciente.

 

ADENDA

Fue a mediados de la década de los años noventa del siglo pasado cuando mi entonces novia hoy mi mujer, me regaló el libro de Las Moradas. Una vez y otra, intenté leerlo, incluso hice anotaciones en los márgenes. Este tipo de libro, dónde el autor está describiendo los tortuosos lugares que forman nuestra alma, hasta llegar a explicar lo que realmente somos (el centro o última morada) no se pueden entender intelectualmente. Así al menos lo veo ahora.

A mí y a otras personas que han intentado “clavarle el diente” a Las Moradas, siempre nos hemos hallado con un muro infranqueable, el intelectualismo. Por eso la importancia que tiene este trabajo de Hortensia López Almán.

Ningún enamorado es capaz de describir su amor intelectualmente, la descripción del amor se escapa como el agua cuando se quiere atrapar entre las manos.  Por eso, la importancia de este trabajo de Hortensia. Con la sencillez de una enamorada, describe su amor por Dios siguiendo las enseñanzas de santa Teresa. Paso a paso y con una paciencia infinita, Hortensia nos va explicando en su blog con un lenguaje actual, el barroco lenguaje de la santa.

Hoy con este último capítulo se cierra este trabajo que se empezó en el invierno del 2020, allá cuando lo más “menuito” del covid se inició. No obstante, al menos este que escribe estas letras lo tenía muy claro, estaba moviendo a Hortensia para que hiciera un libro sobre Las Moradas. Y desde aquí la invito a que ese libro se llame Las Moradas de Sta. Teresa explicadas o algo así.

Este trabajo se hizo porque existe la necesidad y un público que necesita, con un lenguaje actual y, unos conocimientos carmelitas, unas pautas para trabajar un acercamiento o iniciación a Las Moradas.

¡Gracias infinitas, Hortensia por este trabajo!

José María Luque Martín

Sevilla, 26 de diciembre de 2021

 

Texto © Hortensia López

Todos los derechos reservados

 

 

 



[1] 7M 1,1.

[2] 7M 1,3.

[3] 7M 1,6.

[4] 7M 1,11.

[5] CASTILLO INTERIOR O LAS MORADAS 7.

[6] Jn 20, 19-21.

[7] 7M 2,3.

[8] 7M 2,10.

[9] Gál 2,20.

[10] 7M 4,6.

[11] Mt 7,16.

[12] 7M 4,8.

[13] 7M 4,12.

[14] 7M 4,15.

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