CASTILLO INTERIOR O LAS MORADAS 2

 

Transcribo aquí la segunda conversación, además de José María Luque, en ella intervino Paco Zafra, también miembro del círculo filosófico El Farol del Ermitaño.

José Mª: Buenas tardes, hoy estamos a 10 de enero, tenemos aquí a Hortensia López Almán, escritora de un libro que se llama Cuidemos la vida consagrada, que trata sobre la vida de las religiosas y las vicisitudes y problemas que tienen. Está teniendo muy buena acogida, cuéntanos un poco cómo va el tema del libro.

Hortensia: El libro va bien. Gracias a Dios se va vendiendo poco a poco. Las críticas que he recibido son muy buenas y la gente me está dando mucho apoyo, todo el mundo me dice que he sido muy valiente, que he hecho muy bien en contarlo y a mí, pues, me ha subido la moral, estoy muy contenta con las cosas que me dice la gente.

JM: Bueno, pues estamos reunidos aquí para hablar del libro Las Moradas o Castillo interior de santa Teresa. La semana pasada hicimos una introducción. Coge tú los mandos de esta nave y sigue adelante. Ya te iremos preguntando cosas, porque hemos estudiado la primera morada.

H: Pues, bueno. Las Moradas, como vimos la semana pasada,  santa Teresa lo escribe por obediencia y en este caso quien se lo mandó fue un fraile que entonces era confesor suyo, el P. Gracián, que era provincial, con quien se confesó mucho y tuvo mucha amistad, y le pidió que escribiera esto. Ella misma cuenta al principio que lo escribe sin ganas, porque se queja de dolores de cabeza que hoy dicen que sería tensión alta, porque tenía unos sesenta años, y ella se consideraba ya vieja, en aquella época ya a los sesenta años… Dice que le cuesta mucho escribir, pero la verdad es que como escribe tan bien, le costaría físicamente, pero tenía muy buena pluma.

Entonces lo hace por obediencia y piensa: “¿Y ahora cómo cuento yo qué es la oración?” Y se le viene a la mente una comparación con un castillo, habla de siete moradas, pero como habéis podido leer, nos dice que pueden ser un millón de moradas. Y en la principal, en la central es donde está el Rey que es Nuestro Señor. Esto es porque Dios habita dentro de nosotros, nosotros estamos dentro de Dios y Él está dentro de nosotros.

Dios está dentro de nosotros por potencia, por esencia y por presencia. Pero esa unión con Dios difiere un poco en cada uno, según la virtud de cada uno, la vida de oración que uno lleve, entonces santa Teresa lo compara con siete moradas. Cada uno tiene que ir de una morada a otra hasta llegar a la principal.

JM: Hortensia, perdona. ¿Puedes desarrollar un poquito eso de potencia… esas tres cosas que has dicho? Que para nosotros es nueva.

H: Dios está en nosotros por esencia, potencia y presencia. Esencia es porque Él es el que nos da el ser, por potencia es porque Él con su poder nos está manteniendo, de hecho si Él quisiera con un chasquido de dedos desapareceríamos, volveríamos a la nada. Y por presencia es por medio de la gracia santificante, la gracia es un don de Dios que Él mismo ha creado para que el hombre se una a Él.

Entonces Dios está dentro de nosotros, siempre, siempre, siempre. Otra cosa es la manera en que nosotros lo percibamos o lo vivamos o tengamos una unión por medio de la gracia. De ahí que santa Teresa hable de siete moradas como un camino. Si tú estás más cerca de Dios o no, por tu virtud, si eres una persona de oración o no.

JM: Perdón… Perdona que te vaya interrumpiendo.

H: No, está bien.

JM: Bueno, yo he leído que habla de siete moradas y después que las moradas tienen muchas estancias.

H: Sí.

JM: Entonces divide como siete grandes pasos, y después eso tiene miles de pasos como dijiste tú, ¿verdad?

H: Claro. Por eso ella dice siete moradas porque intenta explicarse de alguna manera, pero luego dice: “Pensad que hay un millón, pensad cada una las que quiera”: Y también depende del camino de cada uno, cada uno llega a Dios de una manera. Entonces digamos que dentro de cada morada hay mil estancias, porque cada uno tenemos un paso, un camino, no todos somos iguales, y  bueno cada uno va a su velocidad, a su ritmo, su manera de ser, sus condiciones. A eso se refiere. Porque en realidad es muy difícil hablar de esto, ella hace esa comparación del castillo, pero es muy difícil.

Otra cosa sobre lo  que me gustaría llamar la atención, es sobre los escritos de santa Teresa y aquí aparece continuamente es la manera que ella tiene de entender la humildad. Si os fijáis, continuamente se está echando tierra encima.

Paco: Perdona que te interrumpa yo también. Antes estabas hablando del alma y haces mención en que todas las almas están provistas de hermosura y dignidad. Y cómo buscamos desde dentro, porque se entiende que todos tenemos almas y tenemos que buscar desde dentro del alma y a su vez descubrirla. ¿Cómo se entiende eso?

H: Bueno, eso se entiende… en realidad el alma existe desde el momento en que el hombre es concebido. Otra cosa es el conocimiento que uno tenga de que tiene alma, para qué existimos, por qué existimos… yo creo que se refiere un poco a todo eso. Y luego las preguntas que se hace el hombre desde que el mundo es mundo sobre la existencia y sobre todo.

P: Bien. Bien.

H: Bueno, y lo que estaba comentando antes que lo vais a ver en todos los textos de santa Teresa, la manera que ella tiene de expresar la humildad. Si os fijáis es un poco que se tira mucha tierra encima. Tiene una manera de hablar, estoy buscando un párrafo…

JM: A ver si el párrafo es este: “La humildad siempre labra como la abeja en la colmena la miel”[1].

H: No es ese, es cuando ella habla de sí misma, cómo se tira mucho por tierra. Lo digo porque en el mudillo religioso se confunde humildad con tener la autoestima por el suelo, o mejor dicho, a la autoestima se la considera orgullo. Yo con esto he sufrido mucho. Y santa Teresa a veces usa unas expresiones como muy exageradas, e incluso dice que cometió pecados mortales, y esto no es verdad, ella no cometió ningún pecado mortal, y para ser humilde no hay por qué decir que has cometido pecados mortales no habiéndolos cometido. También hay que tener en cuenta la época. En aquella época una mujer escribir nada, fundar tampoco. Por ejemplo a veces usa la frase: “mujeres como nosotras”, no recuerdo una cita exacta, pero queriendo decir que hacemos algo que no es propio de nosotras, que eso hoy en día una mujer se pone a escribir o cualquier otra acción y no dice eso en ningún momento y no se sale de la humildad. Quería llamar la atención sobre eso porque digamos que es propio de la época. Entonces escribir una mujer es que ni escribía. Ella misma dice, por eso yo a veces digo que la primera feminista del mundo es santa Teresa, dice en uno de sus escritos: “Tiempo vendrá en que se vea lo que valen las mujeres”. Entonces está continuamente con unos pensamientos de humildad que parece incluso que no tiene autoestima. A mí eso siempre me chocó mucho. Era la mentalidad de la época, hoy en día una mujer no escribiría así, para nada.

P: Igual es que entonces tampoco hubieran permitido publicar, por decirlo de alguna manera.

H: Claro, de hecho ella escribía para sus monjas. No sé si en vida de ella se publicó algo —o sus escritos se difundieron solo de mano en mano—, no como ahora en plan editorial, era otro mundo. Y después de muerta ella, pues ya sí, se publicó todo. Pero ella no pensaba para nada que esto iba a llegar a la opinión pública, escribía para sus monjas, para ayudarlas en la oración.

Y con respecto a la humildad por otra parte aquí en Las Moradas dice: “Las cosas del alma siempre se han de considerar con plenitud y anchura y grandeza”.[2] Así que nada de almas con la autoestima por el suelo. Con la mirada muy alta, puesta en Dios. Otra frase de ella de este primer capítulo: “Pongamos los ojos en Cristo nuestro bien, y allí aprenderemos la verdadera humildad”.[3] Y Cristo tenía la autoestima muy alta.

Dicho esto, seguimos con el aposento. Que pensemos que es como un castillo interior, de preciosísimo cristal, de diamantes, que pensemos que es la cosa más bella del mundo. De hecho nuestra alma es lo más bello del mundo cuando está en gracia. ¿Cómo cuidarla? De eso es de lo que nos habla. Por ejemplo, en el punto dos dice: “¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos?”[4]

P: No sé si es en ese párrafo donde hace mención de… de eso, que nos centramos, y además eso pasa hoy en día también, nos centramos demasiado en lo externo, en este caso en el cuerpo, es en lo que ella hace mención, no en la parte que es el alma. Nos dice que está a imagen y semejanza del Creador, ¿no? Y luego que todos tenemos el alma, pero no define el alma propiamente.

H: Hombre, así una descripción qué es el alma, no. Ella habla del alma, el alma es lo que anima el cuerpo. Ten en cuenta que está hablando para sus monjas, que ya dan por hecho que tenemos alma y qué es, no es un tratado de teología.

JM: Paco, ¿tú qué percepción tienes del alma? ¿Qué piensas de esa idea que comenta Hortensia? El alma es lo que anima el cuerpo, ¿se te ocurre algo?

P: Yo, el alma como animador del cuerpo, pues… a ver, todo lo que tiene vida es lo que tiene… a ver, la vida se transmite en movimiento o al contrario, movimiento significa que está vivo, y yo creo que esa vibración del alma es lo que te hace cuestionarte infinidad de cosas.

JM: Voy a dar mi opinión. Cuando un escritor expresa una idea concreta porque quiere dar esa idea, pero siempre puede añadir miles y miles de ideas a esa. Esa simplemente, pues, por decir, si quiere hablar del sol, puede decir, el sol es brillante, pero después puede decir es esplendoroso, nos da la vida, o sea, puede decir miles de cosas. Entonces el alma anima el cuerpo, si nos quedamos nada más con ese concepto es como pensar que el cuerpo es lo que nosotros somos. Desde mi perspectiva, desde mi experiencia o lo que yo voy investigando, el cuerpo no es lo que nosotros somos. El espíritu, yo tengo la sensación de que el espíritu es en realidad lo que yo soy. El alma, ya lo he explicado otras veces, la idea que yo tengo del alma es la psique, lo que yo pienso, lo que yo siento, lo que yo amo, lo que yo odio, lo que yo me equivoco, lo que yo acierto. Es como un vehículo intermedio entre el cuerpo y el espíritu, pero en realidad, lo que yo soy, no soy ni alma ni cuerpo, pero al mismo tiempo soy esas dos cosas porque lo necesito. Te paso la palabra.

H: El hombre es unión de cuerpo y alma. También es verdad que santa Teresa no define el alma porque en el ambiente en el que ella vive todo el mundo cree que existe el alma. Pero el alma es en realidad la parte espiritual del cuerpo, es lo que anima al cuerpo, pero como hablamos la semana pasada, hay quien distingue alma y espíritu, y creo que santa Teresa también lo hace, lo que pasa es que yo nunca he llegado a entenderlo bien, pero santa Teresa también distingue entre alma y espíritu.

JM: Hay autores que dicen, por ejemplo… es que hay mucha confusión, ya lo hemos hablado la semana pasada, hay autores que dicen, el alma inmortal y está hablando del espíritu. Hay veces que se dice el alma, y sabes que está hablando del espíritu, ¿entiendes? Es como por ejemplo, el tú y el usted, ¿no? Sobre todo aquí en Sevilla, pues estás hablando de tú y el otro sabe que estás hablando de usted, hay veces que se mezcla, ¿no? Sabes que estás hablando con respeto con una persona superior a ti, tú eres un cabo y el otro un capitán, por decir, pero le puedes decir: “Capitán, tráeme el vaso, dame la escopeta”. Y sabe que le estás hablando con respeto, por decirlo de alguna manera, pero es una forma familiar de respeto.

Bueno, sigue con santa Teresa.

H: Bueno, pues como decía, empieza a hablar de la hermosura del alma y nos exhorta a que pensemos que tenemos alma y qué cosa es el alma, quién vive en ella, y lo compara con un castillo.

Hablamos la semana pasada que santa Teresa siempre habla de la oración equiparándolo a santidad de vida. Dice que para entrar en este castillo y pasar de una morada a otra lo que hay que ser es santo e ir purificándose, dejar los malos hábitos, evidentemente no cometer pecado. Porque ella dice, aquí no lo he leído, pero más adelante dice que los que están fuera del castillo son los que están en pecado mortal. Es una manera de decirlo, porque a la misma vez ha dicho que Dios está dentro de nosotros, o sea nadie está fuera del castillo. Otra cosa es que una persona al estar en pecado mortal no viva con Dios, ni para Dios, ni piense en Él, pero en realidad todos tenemos alma y estamos dentro del castillo, pero como que estás con las ventanas cerradas, son metáforas que usa santa Teresa para definir algo muy difícil de definir, poniendo ejemplos materiales de una cosa que es espiritual.

P: Pero la oración no de cualquier forma, eso sí lo hace saber. Es decir, no se puede estar en las cosas mundanas, ¿no?, sino realmente en la búsqueda, estar concentrado en lo que se está haciendo, no pedir de cualquier forma y cosas triviales.

H: Claro. Santa Teresa va a ir poquito a poco explicándolo, por ejemplo, es que estamos en las primeras moradas y aquí habla de las sabandijas, ¿qué pasa? Que luego la oración es un poco a poco, en un principio, porque Dios puede conceder una gracia mística a una persona y estar metida en la oración, porque para Dios no hay nada imposible y es el único que puede hacer siempre lo que quiere. Pero digamos que hay un proceso, apartarte del pecado mortal, empiezas por rezar, por ir a Misa, frecuentar los sacramentos, etcétera. Pero, ¿qué es la oración? La oración es un diálogo con Dios, y no es un monólogo, es un diálogo entre dos personas. Tú vas a la iglesia, o desde casa puedes rezar o en cualquier lugar o circunstancia y escuchas lo que Dios te dice. Entonces en eso, ¿quién se mete? Es un proceso muy lento o un proceso que dependerá de lo que Dios quiera, de la correspondencia del alma, depende de muchas cosas. Entonces en un principio, tal como lo cuenta santa Teresa se va poco a poco, primero tienes que apartarte del mundo, entendido como de las cosas mundanas, entrar en este castillo y digamos que empieza uno poco a poco. Es como decir, tú empieza por ir a Misa, después haz un ratito de oración, visita al Santísimo todos los días… voy poquito a poco, pero eso es externamente, pero internamente cada uno tiene su camino. Eso cada uno tiene que explicar su experiencia. Hay gente que va todos los días a Misa y ya ha perdido el espíritu, ha dejado de hablar con Dios, ¿qué ha pasado ahí? Otros pueden tener una gran unión con Dios, una oración elevadísima y externamente ¿qué se nota? Sus obras, pero la oración en sí es muy personal.

Aquí dice santa Teresa: “La puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración”[5]. Porque en aquella época se hacía mucha distinción entre oración mental y oración vocal. Entonces había una creencia de que la oración vocal era para todo el mundo y la meditación era solo para algunas almas escogidas, y santa Teresa eso lo quita de la cabeza a todo el mundo, dice que no, porque dice que no puede haber oración vocal sin mental. Cuando comenta el padrenuestro en El Camino de perfección nos dice que cómo puedes estar rezando el padrenuestro sin saber lo que estás diciendo. Ella siempre une oración vocal con la mental, nunca las separa. Hay quien piensa que para la gente sencilla ir a Misa, rezar el padrenuestro como de carretilla… eso es rezar. Y ya para los religiosos la oración mental. Y ella dice que no, que todo el mundo tiene que saber lo que está diciendo, y cuando dice Padre, tiene que saber Quién es ese Padre, y por qué es mi Padre… Entonces dice ella: “La puerta de este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal; que, como sea oración, ha de ser con consideración”[6]. Es que si es oración tiene que ir junto con la consideración —meditación decimos ahora—, lo demás es un papagayo. En eso ella es pionera. Nosotros ahora después de tantos siglos lo tenemos aceptado así y no nos damos tanta cuenta, pero en aquella época  santa Teresa influyó mucho en la espiritualidad de la Iglesia. Ella dice que la oración vocal tiene que ser siempre mental, si no, no es oración.

Más adelante habla de que hay almas, que aunque están metidas en el mundo de vez en cuando hacen oración. Estas son las que están en las primeras moradas, que quieren entrar y vuelven a las cosas mundanas, a lo mejor hacen oración un día al mes, rezan llenas de mil negocios, el pensamiento casi lo ordinario en esto, es decir, en los negocios. Santa Teresa estas cosas todas las aprueba: “En fin, entran en las primeras piezas de las bajas; mas entran con ellos tantas sabandijas que ni le dejan ver la hermosura del castillo, ni sosegar. Harto hacen en haber entrado”[7].

P: Josemari está ahí enfrascado tomando notas ¿o leyendo?

JM: Estoy leyendo las notas.

H: Ahora el capítulo segundo.

JM: Hortensia, hemos leído el capítulo uno, hago un resumen y tú me corriges.

H: Venga, venga.

JM: Venga, a ver si soy aplicado. Santa Teresa explica en el primer capítulo que existe como un castillo  interior, con siete moradas en el cual cada morada tiene muchas estancias, miles y millones de estancias. Las moradas que están, aunque nosotros las dibujemos mentalmente cerca, lejos, en realidad ella no las sitúa exactamente en un punto concreto ni le da una forma concreta, pero sí dice que de esas siete moradas las que están más cerca del centro tienen más luz y el centro es el verdadero castillo que es Dios. La frontera, la muralla que separa las moradas está rodeada de bichejos, bestias, sabandijas… y la gente que está en pecado mortal, que me gustaría que explicaras ahora lo que es pecado mortal, está fuera de ese castillo. Cuando tú empiezas, la única manera de entrar dentro del castillo, de acercarte a Dios es a través de la oración, una oración concentrada y sospecho que sin esfuerzo. Al principio a lo mejor te costará coger la rutina, pero tiene que ser sin esfuerzo. Sin esfuerzo es con amor, porque si lo haces sin ganas no tiene ningún sentido.

H: Bueno, la cuestión de todo esto está en la voluntad, en el deseo firme de hacer las cosas. En la oración puedes distraerte, puedes estar enfermo, puedes tener dolor de cabeza, pero si tú voluntad está queriendo hacer oración la estás haciendo. De ahí vienen también muchos escrúpulos, que santa Teresa y todos los maestros espirituales quieren quitarnos. La cosa está en la voluntad, el amor está en la voluntad, no está en la sensibilidad. No hace falta que le digas a una persona ochenta veces te quiero si luego tus obras no…

P: No, no. Eso está claro.

H: Todo el mundo percibe quién te quiere y quién no. Y a lo mejor un día por lo que sea no te habla y no quiere decir que no te quiera, a lo mejor ese día está malo, le duele la cabeza, ese día no tiene ganas de nada y ¿qué pasa? Por eso no se rompe una relación de amor entre dos personas. Lo mismo pasa con Dios, hay días que no tienes el cuerpo para nada, pero si tu voluntad es firme de estar siempre con Dios, esa es la oración. Que la oración no es solo el ratito en que uno está sentado haciendo oración, ya sea en tu casa o en una iglesia o donde sea —puede ser también en el campo—, la oración en realidad es las veinticuatro horas del día, es tu deseo de estar siempre hablando con Dios y recurriendo a Dios.

Al decir concentrada no pensemos en algo difícil, porque lo que es necesario Dios no lo ha hecho difícil, como el respirar. Que luego hace falta para tener esa presencia de Dios continua esos ratitos de silencio, esos ratitos de meditación, pero luego eso tiene que prolongarse en todo el día, en el día entero, en tu vida entera… en todo. Así que la oración está en la voluntad que es una de las potencias del alma.

JM: Bueno, pues pasamos si quieres adelante.

H: Venga, ya hemos terminado el primer capítulo. Ahora el segundo. El segundo capítulo habla de lo mismo, dice: ”Trata de cuan fea cosa es un alma que está en pecado mortal y como quiso Dios dar a entender algo de esto a una persona”. Esto siempre lo vais a ver, cuando santa Teresa habla así se refiere a ella misma. Cuando cuenta las experiencias místicas que tiene nunca se nombra, “lo sé yo muy bien por una persona” y es ella.

“Trata también algo sobre el propio conocimiento. Es de provecho porque hay algunos puntos de notar. Dice cómo se han de entender estas moradas”. Bueno ¿quieres que expliques qué es pecado mortal? Trata de cuan fea es un alma que está en pecado mortal. Bueno, pues pecado mortal… Vamos a ver, entiendo que hoy en día se ha perdido la conciencia de pecado, pero el pecado es una desobediencia a Dios. Dios no creó al hombre en pecado, lo creó en el paraíso. Entonces Dios quiso poner a prueba a los ángeles para saber si le querían o no. Los puso a prueba y fue cuando pecó Lucifer, porque el demonio era un ángel, además antes se llamaba Luzbel porque era el ángel preferido de Dios, se rebeló contra Dios y pecó y digamos que el pecado es la trasgresión de la voluntad de Dios. ¿Qué pasa después? Dios cuando creó al hombre también lo quiso someter a prueba y entonces el demonio lo tentó y pecó. Y ahí surge el pecado original, con el que todos nacemos, que es una inclinación al mal. Entonces una cosa es el pecado original y otra cosa es el pecado actual. El pecado original lo tenemos todos, y el pecado actual es cada vez que tú haces una obra que transgriedes la voluntad de Dios en cualquiera de sus diez mandamientos. Entonces puede ser mortal o venial. Venial cuando es en materia leve y mortal cuando es materia grave.

P: Pero antes nos decías en la primera parte que estamos hechos a imagen y semejanza suya. Dios es la representación del bien, por lo tanto ¿cómo podemos ser nosotros representación del mal?

H: Es que no somos representación del mal, ni Dios representación del bien, Dios es el Sumo Bien. Nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Luego cuando nosotros obramos mal hacemos un mal, pero no somos representación del mal. Simplemente estamos hechos a su imagen y semejanza, nos ha hecho como Él es, a semejanza de Él, parecidos a Él, pero eso no quiere decir que seamos ni buenos ni malos. De hecho lo que defiende la Iglesia —es lo que yo he estudiado—, que el hombre es un ser neutro con una inclinación al mal, pero el hombre no es ni bueno ni malo por naturaleza.

P: Bueno, por naturaleza debería ser bueno.

H: En el Paraíso sí, pero ahora no, porque por naturaleza tiene el pecado original con una inclinación al mal. Eso es lo que dice la Iglesia, que el hombre es bueno por naturaleza lo dijo Rousseau. Pero el hombre no es bueno por naturaleza, pero tampoco es malo por naturaleza. El hombre no es ni bueno ni malo, a medida que tú vas viviendo, vas siendo bueno o vas siendo malo, pero nadie nace siendo malo, ni nadie nace siendo bueno.

P: Pero si, hagámoslo a la inversa, si naces malo como dices, si vas a tener una inclinación hacia el mal…

H: No, vamos. Es que no somos buenos ni malos, tenemos una inclinación hacia el mal por el pecado original, pero que tengamos una inclinación no quiere decir que seamos malos. Porque yo puedo tener una inclinación a la mentira, pero yo nunca miento. Entonces no estoy obrando mal. Eso es lo que tiene el pecado, que es una inclinación continua, cada uno tiene una inclinación a alguno de los pecados capitales. Por ejemplo, hay gente que es mentirosa, hay gente que es violenta, pero porque tengas esa inclinación no quiere decir que lo estés haciendo… para eso está la educación, la oración, la gracia que te ayuda a no pecar. Entonces tú tienes una inclinación, pero cuando sientes el deseo de, por ejemplo, mentir, pues te das cuenta y te dices: “No, no, mentir no está bien, yo no voy a mentir”. Y no mientes, entonces eres  una buena persona, una persona honrada. Pero esa inclinación la vas a tener toda la vida, hasta que te mueras. Entonces los autores espirituales cuando hablan de luchar cada uno con su inclinación al mal  se refieren a esto, sus malos deseos, sus malas tendencias. Cada uno tiene algo. Otros son muy orgullosos y tienen siempre esa inclinación en todo lo que hacen. Puede uno estar toda la vida luchando con eso y superarlo, y no eres malo. Pero la inclinación está ahí.

JM: Como yo veo esto… Me gusta escuchar las distintas posturas porque yo no tengo un concepto claro y por eso estoy aquí, para conocer la versión que tú propones con santa Teresa. Yo no tengo una idea exacta de lo que es el bien y el mal. Sé lo que es el bien cuando lo veo en un hecho, sé decir este hecho es bien y este hecho es mal. Lo que sí observo en mí es que si yo busco la paz, la paz es igual a equilibrio, a felicidad, igual a mejorar el mundo, igual a mejorarme yo…Todas esas cosas engloba eso. Yo observo que, por ejemplo, si yo me dejo arrastrar por mis tendencias que no son virtudes, que son vicios, si yo me dejo arrastrar yo entro en desequilibrio y, por ejemplo, en el caso de la oración, el Padrenuestro es una oración que yo hago, es la única que yo hago. Otra cosa que hago es trato de meterme en lo que es el proceso de meditación, entonces, en definitiva, lo que quiero decir, si yo tengo una vida licenciosa de fiestas, de marchas, de hacer sinvergonzonerías, de hacer estafas y de cosas de esas, incluso de excederme en diversiones aunque no haga mal, pues yo noto que, por ejemplo en la oración, en la meditación me afecta mucho y tengo una mente loca. Luego he aprendido al cabo de los años que llevar la mente al equilibrio de la virtud me es beneficioso en todos los aspectos de mi vida. Y por eso trabajo en esa línea.

H: Muy bien, eso que tú llamas vida licenciosa es a lo que santa Teresa se refiere con los arrabales del castillo, las sabandijas y demás.

Un paréntesis, como a mí me gusta tanto escribir, me gusta tanto santa Teresa, a veces me propongo, no sé si es un proyecto que pudiera llevarse a cabo, pero es que santa Teresa lo que tiene es que al ser castellano antiguo mucha gente no la lee porque les cuesta mucho entenderlo, y a las novicias, sobre todo a las americanas, les cuesta mucho entenderlo. Muchas jóvenes entran en el Carmelo por haber leído a santa Teresita del Niño Jesús y las americanas por haber leído a santa Teresa de los Andes, y a santa Teresa no consiguen leerla. Entonces haría falta una traslación al español actual. A veces tengo en mente ese proyecto.

JM: Pues hazlo.

H: Pero no sé si encontraré un editor, porque muchas veces lo deseo porque verdaderamente santa Teresa cada vez se lee menos porque es castellano antiguo y tiene una riqueza fantástica.

JM: Pues sería interesante.

P: Ya está Josemari liándola.

Risas.

JM: Es que soy liante.

H: Bueno, el papa Francisco dice: ”Hagan lío”.   

Más adelante habla del pecado mortal y dice que no hay tinieblas más tenebrosas que una persona que está en pecado mortal y “de aquí viene que todas las buenas obras que hiciere estando así en pecado mortal, son de ningún fruto para alcanzar gloria: porque no procediendo de aquel principio que es Dios, de donde nuestra virtud es virtud y apartándonos de Él, no puede ser agradable a sus ojos”[8]. Esto es interesante también para que veáis que si estás en pecado mortal, tus obras buenas no son meritorias para la gloria. La gloria es después en el cielo. Lo que pasa es, por ejemplo, una persona que está en pecado mortal, cuando por la confesión deja el pecado mortal y vuelve al estado de gracia, todas sus buenas obras ya tienen mérito para la gloria. Dice santa Teresa: “Porque no procediendo de aquel principio que es Dios, de donde nuestra virtud es virtud, y apartándonos de Él, no puede ser agradable a sus ojos”[9]. Esta es la explicación que ella da. “Pues, en fin, el intento de quien hace un pecado mortal no es contentarle, sino hacer placer al demonio que, como es las mismas tinieblas, así la pobre alma queda hecha una misma tiniebla”[10].

P: No he acabado de entender que si las buenas acciones son las que te van a hacer que empieces a deambular en busca de las moradas, como se puede calibrar que una buena acción no tiene tal finalidad. Es un poco contradictorio.

H: Vamos a ver, es muy importante vivir en estado de gracia. Aunque de hecho no se puede saber si una persona está en pecado mortal o no, objetivamente. Por ejemplo, tú ves que una persona no va a Misa, que es lo más palpable, es uno de los mandamientos de la Ley de Dios, objetivamente mirado está en pecado mortal, pero tú realmente no sabes si está o no, porque para cometer un pecado mortal la persona tiene que saber que es pecado y hacerlo con mala voluntad.

P: Con conciencia.

H: Con conciencia, exacto. Eso es un misterio, quién o no está. No lo podemos juzgar. Fue la pregunta que le hicieron a santa Juana de Arco en aquel juicio amañado para llevarla a la hoguera, en que no pudieron pillarla porque todas sus respuestas estaban llenas de sabiduría. Le preguntaron si estaba en estado de gracia y contestó: “Si no lo estoy, que Dios me ponga en ella”. No dijo ni que sí ni que no para que no pudieran acusarla de hereje.

Santa Teresa nos exhorta continuamente a no estar en pecado mortal, por eso lo describe tanto y de forma tan fea, porque el que muere en pecado mortal se va al infierno. Por eso dice que una persona en pecado mortal por muchas obras buenas que tenga, no tiene ningún mérito para alcanzar la gloria. Pero si una persona sale de ese estado de pecado mortal, todas sus obras ya tienen mérito para alcanzar la gloria. No quiere decir que en este mundo no sean buenas, tú puedes estar en pecado mortal y haces un bien a un vecino, la obra materialmente se ha hecho, pero no tiene mérito para alcanzar la gloria. El pecado es algo muy serio, hoy no hay conciencia de él, pero cuando una persona está en pecado al presentarse ante Dios es como si el pecado y él se hubieran hecho una sola cosa, y es la misma persona la que da el paso atrás y no quiere acercarse a Dios. Una vez que llega la muerte la voluntad queda fija donde está, no hay arrepentimiento.

Otra cosa que enseña la Iglesia es que en el infierno, al igual que en el cielo, hay grados, depende de la virtud o pecado que cada uno haya cometido, el infierno será mayor o peor. Y el cielo igual, en el cielo hay grados, cada uno tiene un grado, dependiendo de la virtud que haya alcanzado aquí.

“No queráis saber de que, con estarse el mismo sol que le daba tanto resplandor y hermosura todavía en el centro de su alma —es lo que decía antes, que Dios está en el alma de todo el mundo—, es como si allí no estuviese para participar de Él, con ser tan capaz para gozar de su Majestad, como el cristal para resplandecer en él el sol”[11]. O sea, el alma es capaz de participar de Dios, Dios está dentro del alma de todo el mundo, incluso del alma del que está en pecado mortal, Dios está dentro, pero tú con el pecado como que cierras esa puerta, pero Dios sigue estando dentro y sigue teniendo la mismísima luz, pero eres tú el que tapas esa luz.

Vuelve a decir: “Yo sé de una persona a quien quiso Nuestro Señor mostrar cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente —aquí vuelve a hablar de sí misma—. Dice aquella persona que le parece, si lo entendiesen, no sería posible ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones. Y así le dio mucha gana de que todos lo entendieran. Y así os la dé a vosotras, hijas, de rogar mucho a Dios por los que están en este estado, todos hechos una oscuridad y así son sus obras”[12].

JM: Eso más que comprenderlo intelectualmente, es como para meditar esas palabras y que reboten dentro de uno o de una y que la trabaje, porque tiene mucha profundidad el decir que ella sabe que el estar en pecado mortal es algo terrible y si se llega a comprender eso, nunca estarías en pecado mortal. Yo creo que eso hay que entenderlo intuitivamente, profundizare con intuición, porque comprenderlo intelectualmente me parece imposible. Eso es ya, lo que Paco y yo hemos estudiado en otras ciencias, comprenderlo con budi, tratar de comprenderlo con budi, con el corazón.

H: Más adelante hace una exclamación, santa Teresa está continuamente con exclamaciones. Está escribiendo e igual se dirige a las monjas que a Dios… Perdonad voy saltando para resumir.

JM: Sí.

H: “¡Oh almas redimidas por la sangre de Jesucristo, entendeos y habed lástima de vosotras! ¿Cómo es posible que, entendiendo esto, no procuráis quitar esta pez de este cristal? Mirad que, si se os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar de esta luz. ¡Oh Jesús; qué es ver a un alma apartada de ella; cuáles quedan los pobres aposentos del castillo; qué turbados andan los sentidos, que es la gente que vive en ellos y las potencias, que son los alcaides y mayordomos y maestresalas, con qué ceguedad, con qué mal gobierno! En fin, como adonde está plantado el árbol que es el demonio, ¿qué fruto puede dar?”[13]

Ya veis que es lo mismo, empieza las moradas diciendo que para entrar en el castillo la puerta es la oración y aquí está diciendo que un alma que está en pecado mortal no tiene acceso a esta luz. Habla de él largo y tendido, lo  describe de varias maneras para que nos quede claro la fealdad del pecado y para que nos apartemos de él.

Esto son las primeras moradas, después va a hablar de la oración.

P: Ese es el requisito previo.

H: Así es.

JM: “Los sentidos son vasallos del alma y potencias que Dios le dio”[14]. ¿Las potencias son las virtudes?

H: No, las potencias del alma son la voluntad, el entendimiento y la memoria.

JM: Nosotros hemos estudiado un poco de simbología comparada y en las deidades nórdicas dibujaban a  un dios, que no recuerdo el nombre, iba con dos cuervos que se llamaban pensamiento y memoria. Es muy interesante, son arquetipos que se repiten.

H: Aquí hay un ejemplo de lo que os comenté al principio: “No sería tiempo perdido, hermanas, el que gastéis en leer esto ni yo en escribirlo, si quedásemos con estas dos cosas, que los letrados y entendidos muy bien las saben, que la torpeza de las mujeres todo lo ha menester”[15]. No hay que olvidarse que estamos hablando del siglo XVI, que hoy en día una mujer no escribiría así. Y está dando lecciones magistrales, que santa Teresa también es muy irónica.

En otro sitio, dirigiéndose a sus hijas: “Bien entiendo que es cosa importante para vosotras declarar algunas interiores como pudiere; porque siempre oímos cuán buena es la oración y tenemos de Constitución —la constitución son las leyes por las que se rige un convento— tenerla tantas horas y no se nos declara más de lo que podemos nosotras y de cosas que obra el Señor en el alma declárase poco, digo sobrenatural”[16]. Es lo que decía antes que en aquella época no se hablaba de esto, no se enseñaba y santa Teresa fue revolucionaria. A las monjas no se les enseñaba a hacer oración, simplemente iban al convento, se les enseñaba el Oficio Divino y ya está. Y santa Teresa es la que nos explica todo esto.

P: ¿Cuándo ella escribe esto era abadesa en el convento o era una monja más?

H: Santa Teresa fue priora del convento de San José de Ávila, que fue el primero que fundó. Cuando empezaron las fundaciones seguía siendo priora de Ávila, dejaba a una monja a cargo del convento mientras estaba fuera. Luego en cada fundación al marcharse dejaba nombrada una priora. Cuando escribe este libro estaba en Toledo, pero aunque no fuera priora todas la respetaban y obedecían, pues era la fundadora.

JM: ¿Tú llegaste a ver la serie que hizo Concha Velasco de santa Teresa?

H: Sí.

JM: ¿Estaba bien hecha o tenía fallos?

H: Bueno algún fallo tiene, pero está muy bien hecha. Algún fallito tiene, como todas las películas, pero es muy, muy buena, con un lujo de detalles. Muy bonita, sí.

JM: Y la otra santa Teresita es santa Teresita del Niño Jesús, ¿no?

H: Sí, esa es la francesa.

JM: ¿Esa era francesa?

H: Sí. Murió con veinticuatro años, en 1897. Tiene escritos muy buenos, también es doctora de la Iglesia.

JM: Yo creo que hay algo ahí en una iglesia en el centro, no me acuerdo cómo se llama la calle.

H: La calle Rioja.

JM: Sí, la calle Rioja, ahí hay algo de santa Teresita, ¿no?

H: Sí, es que esa iglesia es de los carmelitas descalzos y tienen allí una imagen de santa Teresita, que siempre se la representa con un crucifijo y muchas rosas.

JM: La primera vez que escuché ese nombre me harté de reír, porque me sorprendió: santa Teresita. Pero lo escuché a una señora que se llamaba Teresita del Niño Jesús, yo me quedé… Y yo le puse Teresa, haciendo una póliza, y me dice: “Teresa no, Teresita”.

H: Sí, existe ese nombre. Y en América creo que hay mucho, especialmente en Brasil, porque en Brasil hay mucha devoción a santa Teresita.

JM: Una pregunta, el Sagrado Corazón de Jesús está relacionado con santa Teresa y con los carmelos.

H: Las apariciones del Corazón de Jesús son posteriores, del siglo XVII, a santa Margarita María de Alacoque.

Sigamos: “Habéis de notar que en estas moradas primeras aún no llega casi nada la luz de ese palacio donde está el rey, porque, aunque no están oscurecidas y negras como cuando el alma está en pecado, está oscurecida en alguna manera para que no la pueda ver al que está en ella, digo, y no por la culpa de la pieza, que no sé darme a entender, si no porque, con tantas cosas malas de culebras y víboras y cosas emponzoñosas que encontraron con él, no le dejan advertir a la luz; como si uno entrase en una parte adonde entra mucho sol y llevase tierra en los ojos que casi no los puede abrir”[17].

Ahora habla de la persona que ha dejado el pecado mortal, pero todavía está metida en mil cosas.

JM: La semana pasada te decía, las moradas es como un camino a la beatitud. Y tú me decías que no, que la beatitud se tiene nada más que con la gracia. Pero si tú haces este trabajo diario la tendencia tiene que ser elevarte, ¿no?

H: Pues sí, pero la beatitud la entiendo como el cielo. No recuerdo la conversación que tuvimos la semana pasada, las moradas es un camino hacia la unión con Dios en este mundo, y evidentemente eso te lleva al cielo y a la beatitud.

JM: También hay personas que son muy pasionales. Verás una persona muy pasional, muy vehemente, tiene un momento de ira, se sube, después baja y pierde toda la energía. Una persona que no trabaje y siente un momento fervoroso de amor a Dios o la Virgen, y después pasa. Es lo que nosotros llamamos el astral, el mundo emocional para arriba y para abajo, no tiene línea. La idea es darte cuenta de eso y cuando te das cuenta de que estás metido en eso, bajas como un flan, pones los pies en el suelo y seguimos practicando.

H: Pero vamos, eso cada uno lo experimenta por la propia vida, cambiamos mucho, pero también cambia nuestro alrededor, y nosotros maduramos, no es lo mismo tener cinco años, quince que veinte, cuarenta. Entonces en la vida espiritual pasa igual.

JM: Sí.

H: Es un camino y hay momentos mejores, momentos peores.

JM: Bueno, el otro día te pegunté: “¿Tú te sientes que has trabajado?”. Y tú dijiste que sí. Yo creo que todos los que estamos trabajando nos sentimos que hemos avanzado bastante.

H: Yo creo que sí. Pero te digo, en el convento hablaba con monjas mayores, había monjas muy buenas y te daban consejos muy buenos. La misma santa Teresa dice que todos más o menos pasamos por las mismas pruebas, y tú veías que verdaderamente habían mejorado, te contaban cosas y se veían que se habían curtido y eran buenas monjas.

JM: Bien, ¿las primeras moradas se han acabado, Hortensia?

H: Sí. Quiero concluir con esta frase: “Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo”[18]. O sea, que en esto se resume todo. Como dije la semana pasada, la que deja mejores dejos, es decir, resultados. Tú vas todos los días a la iglesia a rezar y luego no llevas buena vida, ahí falla algo. Una persona va todos los días a rezar y es buena persona, pues puedes pensar: “Está sí que está haciendo oración”.

Mira, las segundas moradas son un capítulo, y las terceras dos, así que podemos leer para la semana que viene las segundas y las terceras moradas.

JM: Bien, me parece bien. Bueno, nos despedimos ya. Señores, hasta la próxima.



[1] 1M 2,8.

[2] 1M 2,8.

[3] 1M 2,11.

[4] 1M 1,2

[5] 1M 1,7.

[6] 1M 1,7.

[7] 1M 1,8.

[8] 1M 2,1.

[9] 1M 2,1.

[10] 1M 2,1.

[11] 1M 2,1

[12] 1M 2,2.

[13] 1M 2,4.

[14] Confróntese 1M 2,12

[15] 1M 2,6.

[16] 1M 2,7.

[17] 1M 2,14.

[18] 1M 2,17.


Texto © Hortensia López

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